Una tarde de principios de octubre, cuando la primavera todavía no se decidía si quedarse o no, después de tantos meses sin hacer actividad al aire libre retomé mis caminatas. Fue como redescubrir el barrio. Lo vi más verde, más luminoso, hasta más fotogénico.
Me acordé de que unas cuadras más adelante había un mural de Betty Boop.
Marzo 2016 |
En su lugar me encontré con una Betty angelical, en colores pastel, llena maripositas, destellos de hadas y arcoiris enmarcándola. ¿Dónde quedó aquella femme fatal? Quien sabe, pero aún en esta versión aniñada y naif sigue siendo dueña de toda la sensualidad que la caracteriza.
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